Con este, su primer libro, Florencia Ardizzone se incorpora a la escena literaria inscribiéndose en la tradición más profunda de la narrativa clásica. Variadas historias, escenarios y registros dan paso a géneros como el relato, el cuento, la crónica e incluso el cuadro de costumbres que rescata el devenir cotidiano de un paisaje familiar, aunque muchas veces ajeno. Como piedra fundadora de la poética de la autora, una misma voz recorre el libro: un yo que observa y experimenta las cosas del mundo, del barrio y de su propio entorno.